Para comenzar, diremos que cualquier forma de deporte ( bajo techo, al aire libre, sobre máquinas o no ) puede hacerse tanto de forma aeróbica como de forma anaeróbica, en dependencia de la intensidad con que se realice el ejercicio. Pero recordemos algunas características y beneficios de cada una de estas maneras fisiológicas de obtener energía.
En el ejercicio aeróbico, aquel que tiene lugar cuando realizamos rutinas de larga duración y moderada intensidad, se produce una elevada conversión de la gordura corporal en energía, ya que la grasa es un combustible que se desintegra en presencia de oxígeno celular. Sus efectos tienen lugar solo durante las sesiones de entrenamiento.
En el ejercicio anaeróbico, aquel que se produce durante la práctica de rutinas de corta duración y elevada intensidad, se produce un fortalecimiento y desarrollo de los músculos involucrados en la acción, lo cual contribuye a un metabolismo general mucho más efectivo, facilitando de manera prolongada la conversión de grasas corporales en energía. Sus efectos se mantienen más allá de las sesiones de entrenamiento.
Como puede observarse, ambas formas de obtener energías son buenas y complementarias, por lo que para sacar lo mejor de cualquier ejercicio ( por ejemplo en running, indoorwalking, etc… ) sería conveniente alternar la intensidad de nuestras rutinas. Es lo que sugiere el investigador fisiatra Michael Bracko y se confirma en estudios divulgados en varias publicaciones especializadas, como el Journal of Applied Physiology.
En detalle, nos cuenta Bracko que alternar unos 60 segundos a la mayor velocidad posible con otro lapso igual de caminata, durante 25 minutos o media hora sobre la máquina permitiría obtener los beneficios tanto del ejercicio aeróbico como del anaeróbico. De esta forma estaríamos promoviendo por una parte la conversión masiva de grasas en energía y por otra el fortalecimiento de la musculatura inferior, con la subsiguiente aceleración metabólica permanente.
De manera que no estaría de más probar con estos consejos, siempre dentro de los parámetros normales para cada uno de nosotros y sin excedernos en la frecuencia cardiaca apropiada para nuestra edad y estado físico general.