Si bien son de dominio público los vínculos existentes entre el ejercicio físico y la salud general del individuo, ahora la Universidad de la Florida añade un nuevo eslabón a la cadena. Según un reciente estudio realizado, la actividad física puede considerarse como una herramienta valiosa en el tratamiento y prevención de los llamados trastornos de la conducta alimentaria.
Hasta ahora, a los pacientes que sufren dichos trastornos (fundamentalmente bulimia y anorexia nerviosas) no se les recomienda la realización de ejercicios físicos, básicamente por temores relacionados con posibles excesos. Sin embargo el psicólogo deportivo Heather Hausenblas -uno de los autores del citado estudio- afirma que los efectos favorables del ejercicio moderado sobre la autoestima, los estados de ánimo y la imagen corporal pueden contribuir a la recuperación de estos enfermos, así como a reducir el riesgo de aquellos predispuestos a padecer la dolencia.
En una muestra de 539 estudiantes universitarios sanos, evaluados según su grado de motivación para mantenerse delgados y sus patrones de ejercitación, los modelos estadísticos aplicados confirmaron que los efectos sicológicos del ejercicio sistemático son muy útiles en la prevención y tratamiento de los trastornos de la bulimia y la anorexia.
Claro que no se trata de subir a la alfombrilla a una chica desnutrida de 30 Kg de peso, pero sí de que cuando se recupere lo suficiente, incorpore a su vida la rutina de ejercicios que mejor le asienten, con el consentimiento del facultativo. Y sobre todo, a introducir dicha práctica sana a tiempo entre los predispuestos.
Según especialistas consultados, esta confirmación expone las complejas interacciones físicas y sicológicas del ejercicio físico y su impacto favorable en la salud individual, incluyendo los aspectos nerviosos relacionados con la bulimia y la anorexia.
De esta manera, podrían trazarse estrategias públicas encaminadas a tratar y prevenir los trastornos alimentarios, que por cierto, también incluyen a los cientos de millones que han llegado a la obesidad debido a su ingestión compulsiva de alimentos, la cual también afecta a individuos de peso normal.
Según el Departamento de Salud de los Estados Unidos, el 3.5% de las mujeres y el 2% de los hombres padecen algún trastorno de la conducta alimentaria. Se trata de varios millones de personas afectadas física, espiritual y económicamente, gravitando negativamente además sobre los gastos públicos y la productividad económica. Toda una plaga, en la que el ejercicio físico se confirma como alternativa del cambio necesario.